lunes, 22 de agosto de 2011

19. UN BURKA POR AMOR

María Galera es una joven mallorquina que vive en Londres. Allí conoce a Nasrad, un hombre musulmán procedente de Afganistán. Se enamoran perdidamente y acaban viviendo juntos y casándose. María se convierte al Islam. Cuando están esperando su primer hijo, deciden viajar a Afganistán para que María conociera a la familia de Nasrad. Aterrizaron en pakistán, lugar donde les esperaba el hermano de Nasrad para llevarles a la frontera con Afganistán. En esa zona limítrofe se encontraba su familia esperándoles.

Durante un tiempo, María intentaba agradar a todo el mundo aunque se sentía incómoda al no conocer nada de la lengua que ellos hablaban. Poco a poco iba sintiendo más y más molestias del embarazo. Cuando ya no podía más, su cuñado, que trabajaba como médico, le dijo que no podría viajar en ese estado y que tendría que dar a luz en Afganistán. A María se le vino el mundo encima, y más aún cuando se enteró de que en aquel país las mujeres no tenían derecho a asistencia médica y que tenía que dar a luz en la propia casa de sus suegros; sin las condiciones sanitarias e higiénicas adecuadas.

A la hora del parto, las mujeres de la casa la ayudaron, sobre todo la madre de Nasrad. Tuvieron que rajarle para que el bebé saliera con mayor facilidad. Era niño y le pusieron de nombre Abdulah.

Días después se celebró la llegada del niño a la familia. Aquel festejo consistía en degollar un cordero y manchar de su sangre las manos, pies y la cabeza del niño y luego tocar la arena. A María le pareció espantoso pero lo aceptó como un rito tradicional del lugar.

Cuando por fin volvieron a Londres María decidió organizar un viaje para visitar a su familia en Mallorca. Pensó que lo mejor sería que Nasrad no la acompañase así que viajó con Abdulah. Su padre se puso contentísimo de conocer a su nieto y jugaba con él a todas horas. Lo que le gustaba un poco menos era el hecho de que María se había casado con un hombre musulmán pero lo llevaba con bastante humor. Después de unas semanas María y su hijo regresaron a Londres.

Unos meses más tarde, Nasrad se enteró de que su padre estaba muy mal así que volvieron a Afganistán. Esta vez el país estaba peor por culpa del régimen taliban. Para pasar por la frontera entre Pakistán y Afganistán tuvieron que dejar sus pertenencias a unos niños que las llevarían al otro lado ya que los militares siempre les quitaban parte de lo que llevaban. Pero la suerte no estuvo de su parte y los niños se llevaron todo su equipaje, documentación y dinero. Ya no podrían salir del país.

Primero fueron a casa de la hermana de Nasrad, en Kabul. A mitad del camino se encontraron con ella. Esta le dijo a Nasrad que su mujer debía vestirse con el burka si no quería buscarse serios problemas. Le compró uno y María se lo puso. Se sentía ahogada y apenas podía ver a través de la rejilla. Se sentía torpe al andar ya que tropezaba continuamente.

En casa de sus suegros las cosas no fueron mejor. Hicieron otra vez el ritual de bienvenida, esta vez para María. Su suegra la obligaba a trabajar muy duro en las labores de la casa. Allí no había luz eléctrica ni agua corriente. Tenían llenar bidones de los pozos y el fuego era de leña. La ropa se lavaba a mano y dormía muchísima gente en escasas habitaciones. El marido de María salía todos los días con su hermano y no volvían hasta la noche. La madre de Nasrad le hacía a María la vida imposible. Se enteró de que le disgustaba muchísimo que su hijo no se hubiera casado con la mujer que habían acordado. Las mujeres de allí estaban acostumbradas a trabajar en las tareas del hogar y por ello, eran muy eficientes. Eso le molestaba a la suegra de María, que ella no trabajaba tan rápido y a todo lo que ella intentaba hacer le ponía pegas, le regañaba. María lo pasaba fatal pero no quiso contárselo a su marido para no preocuparle y porque le costaría creerla ya que su madre era una santa cuando él estaba delante. Un día su cuñada se lo contó y Nasrad decidió que era hora de probar de nuevo en Kabul para conseguir los papeles. No hubo suerte y al poco tiempo tuvieron que regresar.

Cuando María se quedó embarazada por segunda no quiso contárselo a nadie ya que era consciente de que a duras penas podían alimentarse los miembros ya existentes en la familia. Cuando la situación era evidente se lo contó a su marido, el cual se alegró muchísimo. Por el contrario, la madre no hacía más que aumentarle el trabajo a María. Esta vez el parto fue en el apartado donde dormían los animales. Se complicó un poco ya que el bebé no estaba en la correcta posición y para que saliera tuvieron que apretar sobre el vientre de María con una piedra. Esta vez tuvo una niña y la llamaron Nuria. La cicatrización no fue como la vez anterior ya que su suegra la mandó trabajar al día siguiente del parto. Fueron unos meses horribles de no parar de trabajar y apenas comer. Aquello no paraba de sangrar y tardaron meses en darse cuenta de que podría tener una infección y decidieron coserla para frenar la hemorragia. Su suegra decidió que María solo podría estar con la niña para darle de comer y el resto del tiempo la cuidaría ella. Esto le hizo entrar en una profunda depresión hasta que por fin volvió su marido y tuvieron una discusión con su madre. Decidieron partir al día siguiente a Kabul pero aquella noche comenzaron los bombardeos en el pueblo. En mitad de la noche todos salieron corriendo y se escondieron en un refugio subterráneo.

Allí vivían todos apretados. Los hombres salían durante el día a buscar comida pero apenas había y todos pasaban hambre. Las condiciones higiénicas eran incluso peores. El olor de aquel lugar era hediondo. Así pasaron mucho tiempo hasta un día Nasrad le comunicó a su mujer que los bombardeos habían cesado pero debían escaparse a Kabul. Pasaron unos días en casa de sus padres y luego, con la excusa de llevar a la niña al médico, se fueron a Kabul para no volver. Allí les acogieron familiares de Nasrad durante unos días hasta que pudieron alquilar una habitación para ellos. En Kabul la situación para la mujer era muchísimo peor. No podían salir a la calle sin que les acompañara un varón y por supuesto, no podían mostrar ni un centímetro de su piel. De lo contrario se arriesgaban a ser torturadas, violadas o matadas en público. Les estaba prohibido trabajar e incluso asomarse a la ventana.

Nasrad salía todos los días a buscar a trabajo y María decidió lavar ropa con otras mujeres (aquello no era considerado trabajo) para ganarse un dinero. Así podían más o menos vivir. María veía ya casi imposible que alguien pudiera ayudarla a conseguir su documentación para salir del país. Decidió llamar a su hermana Rosie para pedirle ayuda. Esta se alegró mucho de saber de su hermana y se comprometió a enviarle dinero hasta que pudieran arreglar la situación. Rosie se puso en contacto con un guardia civil español que trabajaba en Kabul. Se llamaba Jose y prometió a ayudarla. Por si acaso, decidieron no contarle a María que era guardia civil y le dijeron que era voluntario en la embajada española. Le preguntó a Rosie por su padre pero esta no le daba una respuesta convincente así que decidió llamar al hospital donde éste se encontraba y luego a su hermana Paquita, que le contó que su padre había muerto. María se puso muy triste y le costó un tiempo recuperarse del golpe

Después de muchos meses, por fin Jose le dio buenas noticias a María. Había tramitado no solo su pasaporte, sino también la nacionalidad española de sus dos hijos para que pudieran irse con ella. De esta forma, Jose le dio instrucciones a María para que se fueran a vivir a un hotel hasta que él le llamara para viajar de vuelta a España. María no podía creérselo. Cuando se lo contó a Nasrad éste se puso muy contento y decidieron que en cuanto él pudiera salir del país, se reunirían de nuevo.

Una vez en Mallorca María iba todos los días a Inmigración para solicitar información de cómo sacar Nasrad de Afganistán. Los intentos fueron nulos y ella no podía seguir más tiempo sin su marido así que compró tres billetes para volver allí, a pesar de los reproches de sus hermanos.

Cuando llegó, Nasrad le contó que en todo ese tiempo la gente le había criticado mucho porque su mujer se había ido con sus hijos. Volvieron a casa de sus padres por cinco días y toda la familia se alegró muchísimo.

En Kabul María encontró por fin la embajada española y allí también encontró trabajo como limpiadora durante unas semanas. Consiguió mediante la embajada ayuda económica para sus hijos pero no consiguió la repatriación de su marido. Le pedían muchas cosas y le hacían muchísimas preguntas sobre su relación con su marido. Un día habló con Rosie, que le dijo que una mujer iría a visitarla. María también le contó a su hermana que estaba embarazada.

La mujer que iba a visitarla resultó ser de una ONG y les proporcionó ropa a ella y sus hijos. Le dijo a María que la mejor forma de ayudar a su marido era volviendo a España, ya que desde allí podía hacer más fuerza. Le dijo también que insistiera en la embajada española, la cual no dejó de pedirle papeles para mantenerla entretenida. María ya no aguantaba más. Rosie, que ahora trabajaba en un bar para poder tener tiempo de tramitar el asunto de su hermana, hizo que la historia se supiera. Esto hizo que muchos periodistas se interesaran y llamaran a María para preguntar detalles. En una de estas María recibió una llamada del programa “Cinco Lunas” de Punto Radio. Relató su historia y pidió dinero para pagar su billete de vuelta y el de sus hijos. En menos de 24 horas un empresario mallorquín se encargó del asunto económico, lo cual María no podía creer y se sintió profundamente agradecida. Al poco tiempo consiguió regresar a España.

Allí sintió que su vida volvía a ser normal, salvo porque manchaba sangre del embarazo. Visitó un ginecólogo el cual le dijo que debido a las infecciones producidas en los anteriores embarazos, probablemente abortaría. Y así ocurrió casi enseguida. Pero María no se hundió y comenzó a trabajar como cocinera en el puesto de su hermana. A los tres meses de su llegada a España, Nasrad le llamó diciendo que por fin podía volver el también. Ella decidió que nunca más volvería a separarse de él. Y todo eso por amor.

Opinión personal:

Es un libro realmente conmovedor en el que podemos darnos cuenta de las dificultades que pueden presentarse en un país gobernado por una cultura interpretada de una manera radical y extremista. Es increíble como nadie puede hacer nada para acabar con esa situación tan denigrante para la mujer.

Por otra parte, podemos reflexionar y darnos cuenta de que todo lo que nosotros consideramos “necesidades básicas”, para muchísima gente siguen siendo lujos impensables e inalcanzables.

Me sorprendió muchísimo que alguien pudiera amar tanto a una persona como para cambiar su vida entera solo por ella. Renunciar a su vida como alma libre sin dueño, para adaptarse a una cultura que la obligaba casi a la esclavitud y a vivir en el anonimato.

Recomendaría este libro a todas aquellas personas que sufren por banalidades ya que crean necesidades que en realidad no lo son, para que se dieran cuenta de lo afortunados que son, simplemente por poder salir a la calle sin miedo a ser asesinado o bombardeado.




miércoles, 17 de agosto de 2011

18. EL QUIJOTE

La novela comienza describiéndonos a un tal Alonso Quijano, hidalgo pobre, que enloquece leyendo libros de caballerías y se cree un caballero medieval. Decide armarse como tal en una venta, que él ve como castillo. Le suceden toda suerte de cómicas aventuras en las que el personaje principal, impulsado en el fondo por la bondad y el idealismo, busca «desfacer agravios» y ayudar a los desfavorecidos y desventurados. Persigue un platónico amor por una talDulcinea del Toboso; que es, en realidad, una moza labradora «de muy buen parecer»: Aldonza Lorenzo. El cura del lugar somete la biblioteca de don Quijote a un expurgo, y quema parte de los libros que le han hecho tanto mal.

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